>Leo estos días Exit ghost de Philip Roth, el último libro de la serie dedicada a Nathan Zuckerman, alter ego del autor. Roth, en mi opinión, es el mejor novelista en lengua inglesa escribiendo actualmente. Su lugar ya no está entre los otros escritores norteamericanos o sus estrictos contemporáneos, sino entre los grandes novelistas modernos. Frente a él estamos frente a ese raro fenómeno: el clásico vivo. Como en toda obra prolongada, dentro de la suya hay libros mejores que otros, valles y montañas. Su novela más reciente, The humbling (la reseña, aquí: http://www.letraslibres.com/index.php?art=14495) no es una obra maestra, pero el lector la acepta como una pieza menor dentro del vasto mundo rothiano. Exit ghost, en cambio, es una obra de mayor alcance. Nadie como Roth ha sabido mezclar realidad y ficción, autobiografía y novela, vida y literatura: trasformar la vida en literatura, fundiéndolas en una unidad indisoluble. A este proceso, justamente, se refiere el pasaje que apenas me dejó dormir anoche: “But isn´t one´s pain quotient shocking enough without ficitional amplification, without giving things an intensity that is ephemeral in life and sometimes even unseen? Not for some. For some very, very few that amplification, evolving uncertainly out of nothing, constitutes their only assurance, and the unlived, the surmise, fully drawn in print on paper, is the life whose meaning comes to matter the most”.